La enfermedad renal crónica se ha más que duplicado en el mundo desde 1990 y, en 2023, fue la novena causa de muerte. América Latina y el Caribe es una de las regiones con mayor prevalencia (15.4 %), con Haití, Panamá, México, Costa Rica y Nicaragua entre los países con mayor carga.
Esta enfermedad afecta a casi 800 millones de personas y en 2023 fue la responsable de casi 1.5 millones de fallecimientos (un aumento del 6 % desde 1993), según publica en The Lancet el programa de investigación Carga Global de Enfermedades.
El estudio está dirigido por la NYU Langone Health, la Universidad de Glasgow y el Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud (IHME) de la Universidad de Washington.
Alrededor del 14 % de los adultos de 20 años o más padece enfermedad renal crónica (ERC). Los casos leves pueden no presentar síntomas, mientras que los más graves pueden requerir diálisis, terapia de reemplazo renal o un trasplante de órgano.
La diabetes, la hipertensión arterial y la obesidad son los principales factores que impulsan la ERC, junto con riesgos dietéticos y factores ambientales
A diferencia de la mayoría de las principales causas de muerte, las tasas de mortalidad continúan aumentando a nivel mundial, señala el estudio.
La prevalencia más alta, según el informe, se observó en África del Norte y Oriente Medio (18.0 %), Asia meridional (15.8 %) y África subsahariana (15.6 %).
América Latina y Caribe es la cuarta región con mayor prevalencia estandarizada por edad de ERC (15.4 %). Países como Haití (22 %), Panamá (21 %), México (19 %) y Costa Rica (19 %) presentan algunas de las tasas más altas del mundo.
Nicaragua también se encuentra entre los países con las tasas más altas de mortalidad estandarizada por edad debido a la ERC, con 107,3 muertes por cada 100 mil habitantes en 2023, indicó el IHME.
China y la India, con algunas de las poblaciones más numerosas del mundo, tienen el mayor número de personas afectadas (152 millones y 138 millones, respectivamente).
Estados Unidos, Indonesia, Japón, Brasil, Rusia, México, Nigeria, Pakistán, Bangladesh, Irán, Filipinas, Vietnam, Tailandia y Turquía registran cada uno más de 10 millones de adultos que viven con ERC.
El análisis, que abarca 204 países y territorios, presenta estimaciones nacionales que pueden ayudar a guiar políticas de prevención, detección temprana y atención equitativa.
La ERC contribuye de forma importante a las muertes cardiovasculares y la enfermedad representó casi el 12 % de los fallecimientos cardiovasculares a nivel mundial en 2023.
Además, fue la duodécima causa principal de disminución de la calidad de vida por discapacidad.
El trabajo demuestra que esta afección es “frecuente, mortal y cada vez más grave, lo que la convierte en un importante problema de salud pública”, destacó el coautor principal del estudio, Josef Coresh, de la NYU Langone.
La mayoría de los enfermos está en las etapas 1 a 3, lo que resalta la importancia de los programas de detección temprana, el control de la presión arterial y la glucosa y el acceso a tratamientos que reduzcan el riesgo, retrasen la progresión y disminuyan la mortalidad cardiovascular.
El acceso a la terapia de reemplazo renal sigue siendo limitado y desigual a nivel mundial, lo que refuerza la necesidad de prevenir la progresión y ampliar el acceso equitativo a la atención.
Un tratamiento rápido con medicamentos y cambios en el estilo de vida puede evitar la necesidad de intervenciones más drásticas y costosas, como la diálisis y el trasplante de riñón.
El informe, que -según sus autores- es la estimación más completa de la afección en casi una década, identifica 14 factores de riesgo detallados, de los que la diabetes, la hipertensión arterial y la obesidad son los que provocan la mayor pérdida de años de vida saludable.
Los factores dietéticos, como el bajo consumo de frutas y verduras y el alto consumo de sodio, también contribuyen de manera significativa.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) añadió este año, de forma oficial, la ERC a su agenda para reducir en un tercio las muertes prematuras por enfermedades no contagiosas antes de 2030.
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