La noticia del fallecimiento de Elden Campbell, a los 57 años, se dio a conocer en el ámbito de la NBA con la tranquilidad que siempre caracterizó su juego.
No era un gigante dado al paroxismo, sino un centro de 2.13 metros cuya presencia constante y profesionalismo sirvieron de puente entre épocas doradas en Los Ángeles.
La familia de Campbell informó a los Pistones de su fallecimiento, aunque no se ha dado a conocer la causa.
Campbell fue reclutado por los Lakers, en 1990, e inmediatamente se encontró en el ocaso del Showtime, compartiendo vestuario con Magic Johnson. Durante casi una década, fue la pieza de consistencia en el complicado panorama post-Magic, un ancla fiable en la pintura mientras la franquicia buscaba su nueva identidad.
Su impacto histórico reside en haber sido testigo y participante de la explosión del futuro dinástico de la franquicia angelina.
Con la llegada de Shaquille O\’Neal y un joven prometedor llamado Kobe Bryant, en 1996, Campbell se convirtió en el veterano que ayudó a moldear el nuevo núcleo.
Durante tres temporadas cruciales, de la 1996-97 a la 1998-99, fue el compañero de pintura de la Mamba Negra, un rostro conocido en una franquicia que giraba a la velocidad de dos estrellas clave durante la transición de los milenios.
Campbell alcanzó allí su mejor rendimiento anotador, demostrando que su juego de media distancia era perfectamente compatible con el poder de Shaq.
Sin embargo, el negocio es implacable. La misma ambición que trajo a Kobe y a Shaq forzó la salida de Campbell. En marzo de 1999, fue traspasado a los Hornets de Charlotte, junto a Eddie Jones, en un movimiento que llevó a Glen Rice y J. R. Reid a los Lakers.
Ese cambio abrió el espacio para que la dinastía Shaq-Kobe despegara hacia sus tres campeonatos consecutivos, un éxito que Campbell, por muy poco, se perdió.
Aunque dejó Los Ángeles antes de la gloria, encontró su propio final feliz. Tras pasar por Charlotte, Nueva Orleans y Seattle, Campbell se unió a los Pistones de Detroit y, en un giro del destino, se coronó campeón de la NBA en 2004, venciendo en las Finales precisamente a los Lakers.
Fue la confirmación de una carrera marcada por la solidez, la dedicación y el valor de los jugadores que, sin grandes focos, son esenciales para construir un equipo campeón. Su legado es el de un profesional cuyo impacto silencioso fue decisivo en varios capítulos de los primeros años del siglo XXI de la NBA.
Te puede interesar: ¡Oficial! Cristiano Ronaldo y Portugal enfrentarán a México previo al Mundial 2026
FFO

