Octubre de 2007 quedó marcado como el mes en que Tabasco desapareció bajo el agua. Las lluvias extraordinarias y el desbordamiento de los ríos Grijalva, Carrizal, La Sierra y Usumacinta provocaron una de las peores tragedias naturales registradas en México. Más del 80% del territorio estatal quedó inundado, más de un millón de personas resultaron afectadas y miles de viviendas fueron destruidas.
Las imágenes de Villahermosa convertida en una ciudad sumergida recorrieron el mundo. La capital quedó incomunicada, los servicios colapsaron y la economía se paralizó por completo. Las pérdidas materiales fueron incalculables, pero el impacto emocional fue aún más profundo: Tabasco enfrentaba la prueba más dura de su historia moderna.
Solidaridad y esperanza en medio del desastre
En medio del caos, emergió la fortaleza del pueblo tabasqueño. Las comunidades se organizaron para rescatar a quienes quedaron atrapados, habilitar refugios temporales y distribuir alimentos. La sociedad civil, las fuerzas armadas, organizaciones humanitarias y ciudadanos de todos los rincones del país se unieron en una muestra de solidaridad sin precedentes.
La “Gran Inundación” también transformó la forma en que los tabasqueños se perciben a sí mismos: no como víctimas del agua, sino como sobrevivientes de una lucha compartida. De aquella tragedia nació un renovado sentido de identidad y comunidad que perdura hasta hoy.
Tras el desastre, se implementaron programas de reconstrucción de viviendas, reactivación productiva y obras de protección. Se rehabilitaron bordos, se construyeron diques y se reforzaron sistemas de compuertas para regular los niveles de los ríos. El gobierno federal y estatal impulsaron el Plan Hídrico Integral de Tabasco, con el objetivo de reducir el riesgo de nuevas inundaciones.
Sin embargo, especialistas coinciden en que el reto no ha desaparecido. La ubicación geográfica del estado lo convierte en una región altamente vulnerable al cambio climático, a eventos tropicales extremos y al incremento del nivel de los ríos.
Hoy, Tabasco enfrenta nuevos fenómenos hidrometeorológicos que recuerdan las amenazas latentes. Aunque se han realizado obras estratégicas, comunidades de la Chontalpa, la Sierra y los ríos continúan en zonas de riesgo. Cada temporada de lluvias reactiva el temor colectivo y la pregunta inevitable: ¿podría repetirse una tragedia como la de 2007?
Autoridades actuales destacan que los sistemas de alerta temprana y la infraestructura hidráulica han avanzado significativamente, lo que permite reaccionar con mayor rapidez. No obstante, organizaciones ambientales señalan que la deforestación y el crecimiento urbano desordenado incrementan la vulnerabilidad del territorio.

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