En comunidades de la etnia Zoque del estado de Chiapas, se mantiene viva una de las expresiones más representativas del Día de Muertos: el altar Zoque, una tradición ancestral que refleja la cosmovisión indígena sobre la vida, la muerte y el reencuentro con los ancestros.
A diferencia de otros altares en México, el altar Zoque se compone de tres niveles que simbolizan el cielo, el limbo y la tierra. Cada uno tiene un significado espiritual y está decorado con elementos naturales y religiosos que guían a las almas en su regreso temporal al mundo de los vivos.
En la parte superior se coloca el “somé”, una ofrenda mayor elaborada con ramas, frutas, panes tradicionales y velas que representan la conexión con el mundo espiritual. En los niveles inferiores se disponen los alimentos preferidos del difunto, fotografías, veladoras y objetos personales, acompañados de caminos de flores de cempasúchil —llamada “muzá” en lengua zoque— que orientan el recorrido de las almas hacia la ofrenda.
Los colores también tienen un papel simbólico: el morado expresa duelo y respeto, mientras que el naranja representa el tránsito entre la vida y la muerte. El copal o mirra se utiliza como sahumerio para purificar el ambiente y honrar la presencia de los seres queridos.
Las familias zoques dedican el 1 de noviembre a los “angelitos” o niños difuntos, y el 2 de noviembre a los adultos, realizando oraciones y convivios que fortalecen los lazos comunitarios.
El altar Zoque no solo es una manifestación cultural, sino también un acto de memoria colectiva que reafirma la identidad indígena chiapaneca y su profunda relación con la naturaleza y el espíritu.
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KCQ
